Esta expresión tiene su origen en la antigua Roma: cuando los gladiadores se retiraban como ciudadanos libres de las luchas, llevaban sus armas al templo de Hércules y las colgaban allí como ofrenda, en agradecimiento por haber salido vivos. Esta fórmula se repitió en siglos posteriores con cualquier herramienta, indumentaria, accesorio que fuesen específicos de una tarea, y se decía que "se los colgaba" al abandonar esa ocupación. Ver «colgar la galleta», «colgar los hábitos».
"Hoy «colgar las armas» se usa específicamente para 'abandonar el servicio o la carrera militar'."